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Hígado graso no alcohólico: cuando tu hígado empieza a guardar grasa como si esperara el fin del mundo

  • Foto del escritor: Dr. Julio Enrique López Ruigómez
    Dr. Julio Enrique López Ruigómez
  • 10 dic
  • 3 Min. de lectura
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Imagina que tu hígado es ese amigo trabajador, puntual y discreto que nunca se queja. Está ahí, 24/7, limpiando tu sangre, procesando lo que comes y manteniendo la energía circulando como si fuera el gerente general de tu cuerpo. Pero un día, sin avisar, ese amigo empieza a acumular grasa como si se preparara para una tormenta que jamás llega. No duele, no hace ruido y no manda señales… hasta que ya es demasiado evidente. Así empieza una de las enfermedades más silenciosas y crecientes de nuestra época: el hígado graso no alcohólico.


¿Qué es realmente el hígado graso no alcohólico?


La definición médica suena formal: acumulación excesiva de grasa dentro del hígado sin que exista consumo de alcohol de por medio. Pero dicho de forma sencilla, es como si el hígado fuera una esponja diseñada para filtrar… y de pronto la empapamos de aceite.

A diferencia del hígado graso por alcohol, aquí no interviene la bebida; interviene algo más cotidiano: nuestro estilo de vida.

Esta enfermedad es hoy una de las causas más frecuentes de daño hepático crónico en los países desarrollados y una de las principales razones para necesitar un trasplante.

Y lo más sorprendente es que empieza lejos del hígado: en la grasa corporal.


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Cuando la historia comienza en la cintura (y también en la alacena)

La historia inicia en el tejido graso. Existe un mayor riesgo en personas con alteraciones de la salud como sobrepeso, obesidad, resistencia a la insulina, colesterol alto o diabetes, nuestras células adiposas comienzan a captar tanta grasa que ya no cabe. Y cuando ya no hay espacio, hacen lo que haría cualquier bodega llena: empiezan a sacar y mandar lo que sobra.


Esos “sobrantes” son los ácidos grasos que circulan por la sangre y terminan llegando al hígado, que—con buena fe—intenta almacenarlos y procesarlos. El problema es que no está diseñado para ser un depósito de grasa. Y al llenarse poco a poco, se inflama, se irrita y puede sufrir daños más graves.


Así se pasa de:

  • Esteatosis (solo grasa)a

  • Inflamación,

  • Fibrosis o incluso cirrosis,

  • Y en algunos casos, hepatocarcinoma, un tipo de cáncer.

Suena fuerte porque lo es.


¿Por qué importa tanto?

Porque la mayoría de las personas no siente absolutamente nada. Ni dolor, ni cansancio, ni acidez. Es una enfermedad silenciosa que avanza mientras uno sigue con su vida como si nada.


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Y porque va en aumento: cada vez más personas jóvenes lo presentan, incluso adolescentes, debido al aumento de peso, la vida sedentaria y el consumo de alimentos ultraprocesados.


Pero hay algo clave: no todo hígado graso progresa a cirrosis, pero no sabemos quién sí y quién no. Por eso la detección y el seguimiento son tan importantes.


¿Y cómo se puede prevenir o tratar?

Aquí no hay magia, pero sí noticias buenas: la mayoría de las personas puede revertirlo con cambios sencillos y constantes. No necesitas mudarte a un retiro tibetano ni vivir de ensalada y aire fresco.


Las recomendaciones son claras:

1. Disminuir el consumo de azúcar y grasas

Tu hígado no necesita refrescos, panecitos diarios, jugos “naturales” de 3 naranjas, ni frituras que dejan los dedos brillosos como espejo.

2. Controlar el peso

No se trata de volverte modelo de pasarela, sino de bajar lo suficiente para que el hígado respire.

3. Manejar enfermedades crónicas

Diabetes, colesterol y triglicéridos altos deben estar bajo el mando de tu médico.

4. Hacer ejercicio

Caminatas, bicicleta, bailar 20 minutos, perseguir al perro… algo es mejor que nada.

5. Dormir bien

El hígado trabaja de noche; si no duermes, él tampoco.

Y, sobre todo:

6. Revisarte con tu médico de cabecera

Porque él puede diferenciar entre un hígado graso simple y uno que necesita atención urgente.


¿Es tan grave como suena?

La buena noticia: La mayoría de los pacientes con hígado graso no alcohólico no llegan a cirrosis y mejoran muchísimo con dieta y actividad física.


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La noticia importante: Si no lo detectas a tiempo, ese hígado silencioso puede avanzar sin avisarte.

Entonces sí, vale la pena cuidarlo. Es como darle mantenimiento al carro: no esperas a que falle en la carretera.


Conclusión: el hígado no grita, pero sí avisa

El hígado graso no alcohólico es una enfermedad muy común, silenciosa y en crecimiento. Puede ser tan simple como grasa acumulada o tan grave como una cirrosis o un cáncer.

Pero también es una de las enfermedades donde nuestro estilo de vida tiene más poder que cualquier medicina.


Así que la próxima vez que vayas a servir refresco o a saltarte el desayuno pensando que “no pasa nada”, recuerda que tu hígado está ahí, trabajando por ti… y agradecerá cada pequeño cambio que hagas.


Si cuidas tu hígado, él te cuidará a ti. Porque aunque no hable, lo dice todo.

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