Los secretos de las lombrices en tu cuerpo
- Dr. Julio Enrique López Ruigómez

- 25 sept
- 3 Min. de lectura

Ignorar y no recibir tratamiento para combatir a los comunes parásitos rectales, puede tener consecuencias bastante graves para los pacientes. En el peor de los casos el paciente puede presentar obstrucción intestinal, dolores abdominales, y hasta desórdenes mentales graves, como ansiedad.
¿Recuerdas esto?
“Si tú sientes que te pica la colita, en una de esas tienes lombrices”
Si leíste lo de arriba cantando, felicidades, ya estás viejo. Si no es así, te ponemos en contexto: hace muchos, muchos años, una conocida marca de desparasitantes se rompió el coco para escribir este jingle y decirle a la gente que los gusanitos en la panza no son un cuento de tu mamá para que te laves las manitas, sino una realidad que de vez en cuando sale a turistear por tu cavidad anal y te puede provocar una comezón de padre y señor nuestro, como mínimo.
Los oxiuros o Enterobius Vermicularis, como se llaman en realidad, son una especie de gusanitos de entre 2 y hasta 13 milímetros de longitud que se encuentran en ambientes poco higiénicos o en superficies que hayan estado en contacto con personas infectadas. En realidad, no es nada nuevo que estos u otros parásitos entren en nuestro cuerpo, puesto que generalmente contamos con las defensas naturales para mantenerlos a raya, pero el problema con las lombrices estomacales es que, mientras el macho se desecha naturalmente vía fecal, la hembra sobrevive y se aloja en el recto hasta reproducirse.
Además de encontrar refugio en tu trasero, esta madre lombriz tiende a salir por las noches a depositar un aproximado de 15 mil de sus huevecillos alrededor del ano para, acto seguido, morir. Este paseo fúnebre de la madre y el consiguiente alojamiento de su estirpe, produce comezón, el primero de los síntomas que todos sabemos cómo aliviar.

Aunque los neurólogos han explicado el placer que viene con una buena sesión de rascado, en el caso de los oxiuros esto tiene dos principales complicaciones: la primera es que rascarse en público podría dejar una muy mala impresión de ti, así que te aguantas. Pero el problema es que 15 mil huevecillos no son difíciles de controlar así que, oponerte al impulso de rascarte, podría llevarte a sufrir un grave problema de ansiedad.
Ahora bien, suponiendo que no resistas la tentación y te entregues al placer de rascarte, esto podría dejar algunos huevecillos entre tus uñas, que tarde o temprano terminarán en tu boca, abriendo un círculo vicioso que garantizará su supervivencia en tu organismo.
Pero el dilema de rascarse o no, pasa a segundo plano cuando el paciente presenta padecimientos más complejos como dolor abdominal, infecciones vaginales en el caso de las mujeres, inflamación del apéndice, enfermedades urinarias, trastornos del sueño como pesadillas o hasta sonambulismo. Incluso hay casos documentados de niños que desarrollan bruxismo (apretar la mandíbula durante el sueño) a causa de los oxiuros.

Cierto es que los niños son el blanco fácil, pues quizá son menos cuidadosos que los mayores y a menudo se las ingenian para llevar a la boca las cosas más inverosímiles, pero los adultos tampoco están exentos. El solo hecho de convivir con un portador te coloca en una posición comprometida, pues estos organismos son tan resistentes que pueden sobrevivir hasta 3 semanas en una superficie cualquiera como la ropa, el piso o tu pepsilindro favorito (si, artículos de chavorrucos).
Total, esto no es nada nuevo pero sí común, tanto que se calculan más de 200 millones de personas afectadas al año. Ahora mismo podrías estar tocando algo plagado de gusanitos microscópicos y llevártelos a la boca con solo tapar un bostezo. Como verás, el problema y la solución están en tus manos, literalmente. Procura lavarlas, como dice mamá, antes de comer y después de ir al baño. No dejes pasar mucho tiempo entre el primer síntoma y tu consulta médica.





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